sábado, 26 de diciembre de 2009

Nochebuena entre el barro


ESPEREMOS QUE TODO ESTO SOLO QUEDE EN UN SUSTO Y SE GARANTICEN LAS PERDIDAS POR LAS AUTORIDADES RESPONSABLES.
Tasarte estaba ayer envuelta en una capa de niebla. El viento y el color del cielo no parecían dar tregua a este pago aldeano. De hecho, de vez en cuando caían unas gotas de agua. Y las lluvias de la Nochebuena volvieron a arrastrar más barro y piedras por la empinada calle de El Palillo, donde el temporal del pasado lunes provocó destrozos en unas trece viviendas. Bomberos, personal del Cabildo insular y los vecinos, con la ayuda de un tractor y palas, continuaban ayer sacando más lodo y piedras apostadas aún a las puertas o en el interior de algunas casas. Un día de Navidad desolador en Tasarte. "El susto no se nos ha quitado de encima y apenas nos deja dormir tranquilos", comentaban varios de los afectados.

Juan Hernández, concejal de La Aldea, tuvo que colocarse ayer equipado con botas de lluvia y gabardina a la entrada del barrio de Tasarte para evitar que los familiares y, sobre todo curiosos, que se acercaban para reconfortar o ver de cerca la tragedia de los vecinos de El Palillo bajaran con los coches. Había quien incluso preguntaba en la carretera a La Aldea si "merecía la pena" llegar hasta el lugar de la desgracia.

Mientras este concejal realizaba las tareas propias de un policía, siguiendo calle abajo, Fela Moreno confesaba que no puede dormir tranquila desde el lunes, y que desde que oyó que llovía la Nochebuena volvió a sentir miedo. En la puerta de la casa de su madre, Magdolina Díaz, de 81 años, a la que aún no han dejado ver que la planta baja desprovista de ventanas y puertas, parece el apiladero de una cantería, relataba que el día anterior y debido a su estado de nervios increpó al presidente del Gobierno de Canarias, Paulino Rivero, para decirle que esperaba que no se hubiera acercado hasta allí sólo por hacerse la foto. Fela Moreno dudaba sobre si pedir perdón al presidente, al tiempo que apuntaba que en ese momento dijo lo que pensó porque siempre pasa que en los momentos en que ocurren los incidentes "todos los políticos prometen cosas y luego llega muy poco". "Jamás olvidaré lo que vi", enfatizó. La familia Moreno Díaz no compartió una gran cena: un caldito de pescado y restos de ensaladilla del mediodía. Para ellos, la Nochebuena fue una noche más.

En casa de Carmen García Afonso tampoco cocinaron para festejar la Navidad, pero familiares y vecinos les acercaron desde unas sopas hasta una pata de cerdo asada. Esta mujer de 78 años sufre aún más por el estado de su hija, que creyó que a su marido se lo había llevado la tromba de agua, que por las pérdidas en la casa y la carpintería. Ismael Díaz, su yerno, explicaba cómo logró escapar de la estampida de agua que le sorprendió en su carpintería, justo enfrente de su casa, y que tras trepar por un muro vio estallarle de cerca unos cables de la luz. Con la angustia de haber perdido todo el negocio de carpintería apuntaba que en la jornada de Nochebuena debieron brindar porque todos los de la familia están vivos, pero ayer reflexionaba en alto que "ni siquiera lo pensamos".

Mientras muchos vecinos seguían lamentando y recordando en la calle lo ocurrido, algunos visitantes se quedaban impresionados. "Es desolador", "hay que estar aquí para sentir lo que han podido vivir estas personas", decía Benedicta Valencia, que bajó de La Aldea para ver a unos conocidos. Además, apuntaba que incluso ni siquiera cuando ha visto en los informativos los desastres que han provocado las lluvias en la Península tampoco había sentido lo que vivió ayer.

"Llevamos tres noches durmiendo en la casa de una sobrina porque tenemos miedo de venir a la casa". Juan Afonso aún insistía ayer en contar que de no ser por un tronco y tres coches que se detuvieron frente a su casa quizás se la habría llevado el agua. Este hombre contó que su mujer y su hija cenaron anoche en casa de su sobrina, como cualquier día, y que él se acercó a la de su hermano y se tomó un poco de carne y alguna copa. "¿Y qué iba a hacer? La cosa no estaba para celebrar la Navidad, pero mientras tomaba una copa también intentaba despistarme un poco". Juan Afonso, que es familia de Carmen García Afonso, explicó que en esta calle casi todos están emparentados, y el hecho de que haya varias carpinterías se debe a que todos aprendieron el oficio del mismo antepasado.

Por este motivo, Juan Ramón Díaz también se dedica al mismo oficio de la madera. Este vecino tenía su taller de carpintería en la planta baja de la vivienda de sus padres donde sepultados en el barro quedaron varios trabajos que debía entregar, las máquinas y un coche. "Es la peor Navidad de mi vida porque he perdido unos 70.000 euros y me costará mucho volver a recuperar todo", apuntaba. Aún recuerda que al ver que el agua llegaba a la ventana de la parte alta, unos cuatro metros de altura, cogió a su madre a hombros y se la llevó a la casa de su hermana. En la casa de ésta fue donde junto a sus padres pasaron la Nochebuena y aunque hubo gambas, calamares, cerveza y vino, no fueron momentos alegres. A Juan Ramón Díaz aún le cuesta dormir porque no se le quita de la cabeza todo lo que vivió y pasó y siente tristeza de saber que sus padres no quieren volver aún a su casa. Ayer pasó la jornada sacando barro de su negocio, tarea en la que le ayudaron vecinos, personal del Cabildo insular y bomberos de La Aldea. Y su padre Salvador Díaz, con problemas de corazón, seguía de cerca las tareas y confesaba que estos días vivía a base de tranquilizantes.

Tampoco Víctor Segura Segura ha podido disfrutar de una Nochebuena entrañable. Precisamente su padre está hospitalizado en el hospital de Gran Canaria Doctor Negrín debido a que sufrió la rotura de un tobillo al arrastrarle la tromba de agua y lodo. En la misma puerta de la vivienda de sus padres este hombre lamentaba que sus progenitores lo han perdido todo, y por no tener ni siquiera hay una cama para cuando vuelva del hospital su padre.

Así, con el sonido del agua que baja por el barranco y que aún riega en los caideros, y con todo invadido por las piedras y el barro, en la calle El Palillo sólo sueñan con que todo vuelva a la normalidad. Con todo, daban por hecho que queda mucha labor por hacer y estaban confiados en que el Gobierno canario les haga llegar pronto las ayudas.

LA PROVINCIA

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